Esto no ocurría desde la elección del Presidente Roosevelt, pero, aun en tal caso, el propio Roosevelt era parte de la aristocracia americana, un "traidor a su clase", como sus enemigos políticos lo llamaban. Obama no. Obama es parte del alma proletaria de Estados Unidos, un profesor universitario que deja testimonio escrito de su pensamiento de izquierda y de su militancia entre los pobres. Un intelectual africano. Un negro que hace trabajo de organización comunitaria en los barrios bajos de Chicago. Un político disidente del Partido Demócrata al que se negó la entrada a la Convención que postuló a Clinton como candidato presidencial.
Con Obama se rompe, temporalmente al menos, un patrón de alianzas entre el poder político y el poder fáctico que impulsa la concentración de la riqueza. Ha llegado a la Presidencia -quizás por primera vez en la historia- un proletario intelectual
Y por esta vía es probable que también haya ingresado a la Oficina Oval un líder de la mayoría trabajadora que forma el alma de los Estados Unidos. Son plurales los significados de estas elecciones: son muchos firsts: el primer afroamericano en la Casa Blanca, desde el principio de la historia. El primer presidente proletario. El primer musulmán, porque así nació Obama, como se nace católico cuando se viene al mundo, aunque después se altere nuestra percepción de la fe de nuestros padres.
Todo esto ocurre en el marco de una victoria abrumadora, coronada por el discurso excepcional de John McCain, generoso y -para los mexicanos- verdaderamente envidiable. El candidato republicano, perdedor, se planta frente a la Nación y le dice que acepta su derrota, que rechaza las manifestaciones anti Obama y que saluda a su amigo, "que ahora es mi Presidente".
¿Alguna vez veremos lo mismo en México?
Así lo espero, por mi país y mis hijos. Este es un buen momento para celebrar la verdadera democracia y esperar, con resignado optimismo, que así ocurra alguna vez en México.